Hoy supe que han entrado a robar en casa de mis padres, en Argentina.
He estado todo el día dándole vueltas a lo mismo, intentando apaciguar la
impotencia, y no sólo por la distancia, el terror y la desesperación de pensar
que pudieron haberles hecho algo malo, peor de lo que les han hecho invadiendo
el santuario de un hogar construido con el esfuerzo de muchos años,
imaginándome a alguien sucio y desconocido por los pasillos de la casa grande,
sino porque todavía me resulta increíble entender que tu tranquilidad no
dependa de los frutos de tus actuaciones o de lo que decidas hacer en la vida
sino que dependa, ampliamente, del resultado de las actitudes y de la falta de
dignidad de otros.
-Tenés que tener miedo, papá- le dije por teléfono- porque el miedo genera
respeto y el respeto nos vuelve cuidadosos…
Sólo espero que llegue el día en que no tengamos que aconsejar a nuestros
padres que tengan miedo, ni a nuestros hijos, porque no habrá motivos para que
tengan cuidado.
Ojalá llegue el día en que sepamos que todo saldrá bien, como un fiel resultado
de la lucha que llevamos a cabo por sobrevivir, cada día, desde la mañana
temprano.
Ojalá podamos no sentirnos meros soñadores, como decía John Lennon, por desear
tranquilidad y paz en nuestras vidas.
Y ojalá pueda, algún día, reír a carcajadas pensando en que Discépolo
finalmente se equivocó cuando escribió, en su mítico y siempre actual
“Cambalache”, de la Argentina de los años 30:
No pienses más, sentate a un “lao”, que a nadie importa si naciste “honrao”...
Ojalá que sí importe y que, como en las películas americanas, finalmente ganen
los buenos.
Mientras tanto…tengan cuidado.
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