Rozalén, un "Quijote" en el Cervantes de Málaga
Entonces sube al escenario y el
público la recibe con un cariño que pasa a formar parte del ambiente y se convierte en un protagonista más
del espectáculo, como este
invierno tenue de la ciudad de Málaga.
No es fácil llenar teatros, no es
fácil sonreír siempre, no es fácil escribir, cantar, emocionarse una y otra vez,
no acostumbrarse al éxito y buscarlo en cada ocasión como si no se hubiese
conseguido antes, cuando se lo ha hecho tantas veces.
No es fácil devorarse al
auditorio con tanta sencillez, con tanta afabilidad y con tan exquisita magia.
Pero
ella lo hace, y el Teatro Cervantes se entregó a su simpatía y a la suavidad de una
voz que acaricia el alma.
Un viaje, otro, y uno más. Despertarse temprano y en otra ciudad, recibir elogios y responder a cada uno de ellos,
brindarse y compartir lo que sabe hacer, y disfruta.
Lleva, desde hace pocos
años, una vida que busca adaptarse a esto de tener que brindar tanto, al hecho
de haber pasado a ser patrimonio de un país pendiente de sus movimientos y
actitudes y al premio diario de miles de guiños virtuales a través de las redes
sociales, sorprendentes, y de reconocimientos merecidos a montones, reflejados, incluso,
en extraordinarios compañeros de actuación.
No hay nada más placentero que ver
cómo los sueños, que poco antes apenas se atisbaban, van tomando una carrera
tan veloz que ya no se puede parar y procura un crecimiento tenaz, inherente a
una profesionalidad dúctil y respetuosa de su trabajo y de las diferentes
aportaciones de su equipo.
Las oportunidades de
la vida pueden cambiar los horarios, los horizontes y desbaratar amistades, desayunos y cenas con
planificaciones y viajes que parecen imposibles de asimilar; pero lo más importante
es que esas oportunidades no muten la templanza ni las ilusiones, ni el hecho de reconocer como parte de tus propios
logros a quienes te aplauden y a quienes, cada día, comparten tus maletas, tus
horas de desvelos y ovaciones.
Y eso, también lo hace, María Rozalén.
El teatro malagueño en pie, los
brazos en alto y las voces en coro, al ritmo de la canción que cerró su
concierto de anoche.
Yo, desde un palco de preferencia,
disimulaba las lágrimas ante otro logro de una artista que admiro y quiero con
locura, cautivada por los párrafos
finales de una letra que se elevó entre la multitud como un deseo, como un
canto de libertad, como una necesidad colectiva e imperiosa: “¡que se vuele el
miedo, que come por dentro todas las ilusiones que tengo!”...
María Rozalén y equipazo en el Teatro Cervantes de Málaga:
sencillamente, fantásticos.
Comentarios
Publicar un comentario